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Qué es AMANAY

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La palabra Amanay proviene de la lengua tamazigh, hablada históricamente en amplias regiones del norte de África. En su significado original, Amanay se refiere a “quien todo lo ve” o “el que abarca todo con la mirada”.

Este término se ha asociado con cualidades como la visión profunda, la presencia atenta y la capacidad de observar más allá de lo inmediato. También se relaciona con una forma de sabiduría que integra tiempo, territorio y memoria.

Cómo empezó todo

 

Corría el año 2009 y yo vivía en Santa Cruz, un pueblo de la zona central de Chile. Allí, un señor que vendía en la “feria de las pulgas” de los domingos se encargó de buscar y venderme mis primeros alicates, con los que empecé a manipular unos alambres de alpaca que había conseguido unas semanas antes. Tenía una obsesión: reproducir las joyas que tanto me habían gustado de mi excompañera de trabajo en Granada, Pilar, mi primera mentora sin ella saberlo.

Desde entonces, empecé a dedicar muchos de mis ratos libres —cuando no trabajaba— a experimentar con alambres y botones, que usaba para dar un poco de color a las piezas. Poco a poco me fui apasionando por el metal, y pasé meses explorando sus posibilidades, poniéndome a prueba. La biblioteca virtual de Raúl Ybarra fue mi universidad joyera: un foro donde los usuarios compartían sus formas de transformar el metal y resolver procesos técnicos.

Tras varios meses de práctica, en 2011 empecé a exponer en las ferias de la ciudad de Temuco. Enseguida, los artesanos del lugar me reconocieron y me ayudaron a dar el salto para poder vivir de mis joyas. Así comenzaron unos años de creación muy intensos, en los que se fue forjando un lenguaje propio y una mirada personal sobre la joyería.

Mi escuela han sido los compañeros y compañeras que caminaron a mi lado: Hugo, Yoya, Ernesto, Joan, Mónica, Violeta, y una larga lista de personas que me ayudaron y fueron familia.

En 2018 decidí regresar a España, y llegué a Gran Canaria, la tierra de mi familia materna. Aquí me reencontré con unas raíces que tenía olvidadas. De ese reencuentro nace AMANAY, como un compromiso de conectar mi mirada con las piezas que realizo. Me inspira lo que me rodea, y disfruto representando de forma personal lo bello y armónico del entorno en que habitamos.

El paisaje y los elementos simbólicos de Canarias son hoy el territorio donde se mueven mis colecciones, en una búsqueda constante por conectar la joya con la identidad canaria.

La joya como lenguaje

Desde mis inicios entendí que la joya podía ser un medio para expresar la belleza que contemplo a mi alrededor. En cada etapa he buscado representar lo que deseaba, adaptándome a lo que me apetecía explorar en ese momento. Y curiosamente, las limitaciones técnicas de quien aprende de forma autodidacta me han llevado a encontrar soluciones creativas y personales.

Mi inspiración ha venido, en parte, de la geometría. De niño, recorrí muchas veces la Alhambra con mi padre, y de esas visitas me quedó grabado el poder de las formas armónicas. Pero sobre todo, ha sido el paisaje y los elementos naturales los que más han guiado mi trabajo. Lo fundamental para mí es establecer una conexión profunda con lo que quiero expresar. Desde ahí, surge la posibilidad de conectar con quienes se acercan a lo que hago.

En el caso de los paisajes, esa conexión suele darse con naturalidad. El paisaje nos identifica con un lugar, con nuestras raíces. Y esas raíces pueden ser heredadas, pero también pueden crecer cuando un territorio nos toca profundamente, incluso como visitantes. Por eso, las joyas de AMANAY reflejan esa dimensión emocional del paisaje: una forma de llevar contigo algo que te representa, algo que habla de tu vínculo con un lugar.

Ese sello —paisaje, memoria, conexión— es hoy parte de mi forma de entender la joyería. Una pieza puede ser hermosa, sí. Pero también puede tener sentido.

Antes de AMANAY...

Mis inicios en la joyería fueron en Chile, concretamente en la zona sur, en torno a una ciudad llamada Temuco, en la región de la Araucanía. Como homenaje a ese largo periodo lleno de vida, creatividad y naturaleza, comparto aquí algunas piezas surgidas en aquellos años.

Fue mi laboratorio de prueba, de errores y descubrimientos. Piezas que me enseñaron el oficio, que me ayudaron a encontrar una voz. Alguna sigue conmigo. La mayoría encontraron otras manos.

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